Muestra El braille y el Arte en Quito del artista Lalinchi Arrega
Casa de la Cultura Ecuatoriana (Quito-Ecuador)
Conferencia:
¡Arte no es cualquier cosa!
“Notas sueltas sobre literatura, poesía y pintura”
Ponente: Holger Adrián Ramos Benavides
Miércoles 20 de septiembre de 2017
Cuando el artista plástico Lalinchi Arreaga Burgos me pidió que dirija unas palabras ante esta respetable audiencia me dio la libertad para que la organizara a conveniencia; por lo tanto, la dictaré a la usanza de una cátedra libre. A Lalinchi le agradecí profundamente por la invitación que acepté muy a pesar de mis limitaciones en el campo intelectual y en la oratoria. No obstante, creo que podré transmitirles humildemente unas ideas que nos conminen a la reflexión y sobre este tema les admito, no fue complicado encontrar una materia a tratar; más bien, lo duro es el tema, considerando el estado de pobreza intelectual que hoy se refleja en la intrascendencia de los productos culturales del Ecuador. Pobreza digo, no ausencia; intrascendencia no inhabilidad.
Ante estas palabras aparentemente duras, me consuelo en la reflexión de que se debe ante todo, “buscar la verdad y no la elocuencia y más el provecho, que la sutileza”, palabras que acojo del capítulo 5 de la Imitación de Cristo de Tomás de Kempis.
Comencemos con algunas consideraciones específicas en el campo de la literatura. El crítico español Guillermo Díaz Plaja decía que lo más grandioso de la literatura no había sido propiamente literatura. Esto es extraño pero es verdad pues citando al Padre Castellani, el Génesis, Nuevo Testamento, el Cantar del Mio Cid, fueron recitados oralmente, algunos, muchos siglos antes de ponerse por escrito como el Talmud de Babilonia registrado en el año 500 después de Cristo. Por lo tanto, lo más grande del pensamiento universal, no obedecía propiamente a criterios estéticos o estilísticos, sino más bien, a un mensaje, a palabras hechas llaga en quienes la profesaban y finalmente en legado que trasciende por generaciones y generaciones y sin duda, permearán nuestra cultura hasta el fin de los tiempos.
Esto nos invita a la siguiente reflexión: Barba non facit philosophum y análogamente podríamos decir que un libro por ser libro, no hace literatura o una pintura por sí misma, no hace arte. Máximo arte, máximo rigor decía un sabio de antaño. Pues bien, qué es lo que hace al arte o para comenzar: ¿Qué es cultura?
Cierto tiempo atrás, en la Muestra “El arte de tocar”, realizada por Lalinchi Arreaga en Guayaquil y dirigida para personas con discapacidad visual, dediqué unas pocas palabras de bienvenida y citando a Ortega y Gasset, reconocía que la cultura no es saber cualquier cosa. Ortega y Gasset decía, que la cultura era como un hombre que va en un bote y de repente nota que el bote se le comienza a hundir y en ese momento el hombre levanta los brazos al cielo para asirse de algo.
Muy profunda esta paradoja que Castellani resume en que la cultura es una cuestión de vida o muerte. Una necesidad que brota de las necesidades reales del hombre. Es decir: “El hombre cultiva las ciencias, las artes o las artesanías que nacen de sus necesidades reales y cuando no nacen de sus necesidades reales, cuando la cultura no es necesaria entonces es falsa; ¡Es imitación! ¡Es cultura falsificada!”. Grandes intelectos los de Ortega y Gasset y Castellani que predijeron el exceso de falsa cultura que prima hoy en día. Cultura falsificada que se encuentra en cientos de canales de televisión nacional y por cable o por Internet, en revistas y diarios cuyo contenido no solo que no educa, sino que sirven de canales de propagación de falsos valores o falsos derechos.
Pero la herencia de la falsa cultura se traduce, incluso, en un falso entretenimiento pues no divierte al hombre; más bien, es mezcla de pasión, ansiedad o angustia, como la fanaticada que va a un partido de fútbol como a una guerra o la adrenalina y miedo que genera el recorrido en una montaña rusa.
Santo Tomás de Aquino, en su Suma Teológica, citaba que todo intelecto busca conocer e incluso, cuanto más inusual es el conocimiento, más arrecia nuestro apetito cognoscitivo; llenemos pues nuestro intelecto con alimento verdadero y comencemos con diferenciar esencialmente qué es cultura y qué no lo es. Pues no podemos hablar de la “cultura de la corrupción o del terror” o “a cultura do estupro”, como dicen los brasileños, pues ni la corrupción, ni el terror, ni la violación son cultura, mas la ausencia de ésta.
Por tanto, es la cultura el sosiego de nuestras necesidades reales, es el ejercicio de nuestras facultades intelectuales, es el sustento del desarrollo real y verdadero de los pueblos, de nuestras raíces, de la solidaridad de los valores humanos de Justino Cornejo, del hidalgo en harapos de Cervantes y de la nostalgia de Kierkergaard. De este último, encontramos más profundamente a la medida del arte como el sacrificio verdadero. ¿Un ejemplo quizás? !la verdadera poesía! La compuesta por el hombre cuando está pasado en brasas a fuego lento pero que inexplicablemente resiste impávido, arrojado en este proceso de parto intelectivo.
Pues Kierkergaard mismo, al preguntarse ¿Qué es un poeta? Decía de aquel que es:
“Un ser desdichado que esconde profundos tormentos en su corazón, pero cuyos labios están formados de tal modo que, desbordados por el suspiro y por el grito, suenan cual hermosa música. Con él sucede lo que con aquellos desdichados que en el toro de Falaris eran torturados poco a poco, a fuego lento, y cuyos gritos no llegaban a oídos del tirano para su terror; a él le sonaba cual hermosa música. Y la gente se agolpa rodeando al poeta y le dice: vuelve a cantar pronto; es decir: ojalá atormenten nuevos sufrimientos tu alma y ojalá sigan formados los labios como hasta ahora, pues el grito nos angustiaría, pero la música... esa sí que es celestial”.
Este trecho que he tomado del Libro “O lo uno o lo otro”, de Soren Kierkergaard, nos traslada a un estado propio del trasmundo de los poetas, éstos, al ver con claridad las angustias del mundo simulan formas de expresión que pueden soslayar en lo irreal, aparente irrealidad si me permiten, pues su arte obedece a realidades internas y externas pero difíciles de expresar. El poeta obedece siempre a una realidad superior y por esto sufre, por esto se aleja, se hace eremita; digo, los buenos poetas.
Retomando la paradoja de Díaz-Plaja, con relación a que lo más grande de la literatura universal no ha sido propiamente letras, pero sí, recitados orales, transmitidos fidedignamente durante generaciones, consideremos que el fin de estas grandes obras, no obedecían primordialmente al sentido estético o estilístico. Y retomemos a Kierkergaard cuando menciona que es el verdadero artista el que alegra a su audiencia con la belleza de su obra, belleza sí, generada con parturiente sacrificio.
“Los críticos literarios se presentan diciendo: es cierto, así debe ser a tenor de los cánones de la estética. Ahora bien, ni que decir tiene que un crítico se parece a un poeta como un huevo a otro huevo, salvo que aquel no aloja tormentos en su corazón, ni música en los labios”.
Es por esto que el poeta de Kierkergaard prefiere ser porquero en Amagerbro y que le entiendan los cerdos a ser poeta y que la gente no le entienda. Pues cuando las realidades superiores no son entendidas, el poeta se aleja, como la verdad cuando nadie la busca, no permanece y el error y la confusión llenan ese espacio. Pero qué diferencia a un buen poeta de un no poeta o un seudo-poeta y Lugones ya lo sabía:
"Solo el mal poeta pide el verso libre”.
Me atrevo a sostener que se refería a que no se tira al suelo la escultura bella y con sus pedazos se hace obra; más bien, para que la escultura sea bella, el artesano transforma la arcilla o la roca impenetrable a fuerza de implacable persistencia y le transfiriere a la materia todo el peso de su delicadeza y sensibilidad acumuladas sobre alegría y llanto hechos experiencia.
El mal poeta no es como este último; busca en los pedazos, la belleza destruida por la falta de intelectualidad suya y de otros y lo une a su desasosiego y en el mejor de los casos, su obra es ingeniosa: ¡la llama Poesía! Es una gran parte de la poesía latinoamericana moderna, obras descoyuntadas en sus ideas y propósitos, sin vigor, ni sacrificio, con escasas y excelentes excepciones. En general, es el resultado de la falta de intelectualidad y creatividad.
Pero esta destrucción de la poesía se nutre de las nuevas “interpretaciones de arte”, muchas de estas, incluso de buena fe pero vacuas al fin. Los que se dieron las primeras licencias “artísticas” muchas veces derivaron a los actuales seudo-poetas. Con fin ilustrativo y nada más que eso, cito una crítica de Francisco Gallardo del Instituto Puig que describe “Vuelta de paseo” de Federico García Lorca. Al poema lo describe como una estructura de 12 versos polimétricos con medidas que oscilan entre 9 sílabas del verso inicial y 16 del penúltimo, por cita algo.
El crítico justifica la “irregularidad métrica” como una repercusión de las irregularidades o desarmonía del contenido. Consideremos, no obstante, el hecho de que si la pregunta revuela sobre dónde radica la belleza de la poesía ciertamente no puede alejarse de la belleza de la experiencia sensible o de la proyección sobrenatural o incluso del dolor hecho “plegaria”; incluso, sobre una experiencia particular como la de García Lorca al escribir el poema, -el contexto de la gran depresión-.
Pero no todo es asimilable a nuestro intelecto pues se puede discurrir sobre la belleza poética incluso ante cierta permisividad inocente en su contenido y forma, pero no se puede llamar poesía a la carencia conjunta de rima, métrica, ritmo y sentido.
La permisibilidad hacia las nuevas formas de arte no pueden desconocer ciertos principios y cuando el verso cayó en ridículo, en palabras de Hernán Benítez, hubo que volver al soneto.
“El soneto fue el sendero por el que volvieron al ritmo, a la rima y a la cordura, los poetas del tiempo neutral o del tiempo de nadie, que separó a las dos guerras ecuménicas”.
Los ingenios malogrados obedecen en gran medida a la falta de rigurosidad académica, intelectual y experiencia y es atizada por la permisibilidad de los areópagos actuales hacia las nuevas formas estéticas. De Bremont, Max Jacob, Funet o Maritain, se citan dichos y trechos pero no hubo lectura rigurosa de quienes lo citaron; son los críticos de hoy, críticos de cascarón y de frases hechas.
Añadiendo un espacio de autocrítica afirmo con vehemencia que el gran genio a pocos exige mas la idiotez a nadie obliga.
Pues, la regla de esta falta de rigurosidad está en la exigua formación de los intelectuales y cuyos argumentos me permito en estas notas:
1.- No dominan las lenguas vivas del conocimiento: Tienen un mal castellano, un mal inglés, ya no hablan francés e inexplicablemente, no entienden el italiano. Se adhieren al racionalismo puro sin entenderlo. Sin haberlos estudiado o siquiera leído, citan a Freud, Maritain, Rousseau, Montesquieu, Locke, Voltaire, Descartes, Smith, Hayec, Marx, Engels, Kant… De este último, ya es difícil en su lengua natal por su denso pensamiento (hombre abstracto, le decían) y hay pocas buenas traducciones suyas, según los que saben de esto, yo, ciertamente no. Lugones decía en los 60 que los argentinos ya no leían en italiano ¿Se imaginan hoy en día? ¿En cuántos idiomas leemos los ecuatorianos? ¿Y el latín y el griego? ¡Complejo esto!
2.- Nos hacemos profesionales puros. El literato, quiere ser literato, de preferencia rompiendo las leyes de la métrica, de la rima, del ritmo y del sentido. Pero aun queriendo mantenerlas, les falta VIDA. Quieren ser literatos sin religión, sin filosofía, sin economía, sin política, sin calle pero tampoco quieren nobleza. El economista se centra en las teorías, quiere ser economista sin experiencia de VIDA, sin filosofía, sin metafísica y últimamente… sin moral y sin ética.
3.- Literatos, poetas y periodistas de frases hechas, de lugares comunes y de bestsellers. Se lee sin filosofía y hasta sin contenido; Se citan a Borges, Kapuscinski, Vargas Llosa, Caparrós, Cortázar… pero nunca he leído una crítica literaria, exhaustiva, profunda o documentada sobre ellos por nuestros periodistas jóvenes o viejos. Uno que otro ha hecho algo malo, mal documentado y con comentarios propios ni siquiera con opiniones. Lo lógico es que se escriba más de esto, ¿verdad?
4.- ¿Qué tiene que ver todo esto con la cultura? Principalmente que el ejercicio del conocimiento solicita un alto rigor intelectual ¡MÁXIMO ARTE, MÁXIMO RIGOR! no me acuerdo si fue da Vinci quien dijo esto. De los verdaderos hombres cultos se desprende un alto y profundo pensamiento FILOSÓFICO y un dominio absoluto de las lenguas latinas y bárbaras. Inclusos en el rigor de antaño; lo profundo de Smith no se encuentra en “An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations”, se encuentra en su “The Theory of Moral Sentiments”; del evolucionismo de Darwin, en un profundo pensamiento e influencia hedonista; en Rousseau, su naturalismo llevado al extremo, en cuyo germen tuvo a Pelagio. El intelectual de hoy, a lo más, lee libros.
Yo… aprendiz con letargo y rudeza creo que la verdad hoy está obstruida y casi anulada por el falso “intelectualismo” pero como apreciamos, ésta tampoco muere; aprovechemos pues, este atisbo de claridad, para beber de ella. No podemos engañarnos al afirnar fielmente que: Arte no es cualquier cosa!